viernes, 5 de septiembre de 2014

EL BREVE GOBIERNO DE LUÍS E. GHERSI.

El golpe de estado de Sánchez Cerro a Leguía trajo consigo algunas modificaciones en el sistema de los gobiernos locales, aunque en esencia seguía manteniéndose la idea de las Juntas de Notables que se mantendría hasta que Belaunde, en su primer gobierno, restableció la elección popular de los gobiernos locales. La complicada situación política del momento mantuvo en zozobra a muchos de los gobierno municipales de la República.
A mediados de agosto de 1931, la gestión de Miguel Gambetta llegaba a su fin debido a que la Dirección de Gobierno facultó a la prefectura de Moquegua nombrar nuevo personal con el principal objetivo de reorganización la Municipalidad distrital de Ilo. En cumplimiento de dichas facultades, la autoridad política nombró alcalde a Luís E. Ghersi y como integrantes del cuerpo edilicio a Rafael Vásquez, Antonio de la Flor Rodríguez, Ricardo Tamayo y Santiago Kocting. El 24 de agosto, el cesante alcalde interino Alberto Maldonado tomó juramento al cuerpo municipal, se instaló el nuevo concejo y se distribuyeron los cargos correspondientes: a Kocting, síndico de rentas, se le encargaron los ramos de mercado, camal, jardines y parque; a Antonio de la Flor, síndico de gastos, los ramos de pesos y medidas, alumbrado y rodaje; a Vásquez, primer regidor, puentes, caminos, estado civil, beneficencia y agua potable y a Tamayo, segundo regidor, los de espectáculos, baja policía, baños, higiene e instrucción. El alcalde Ghersi reservó para sí los de instrucción y obras públicas. Finalmente ese mismo día se nombró al doctor Ricardo Álvarez como representante de Ilo ante el Concejo de Moquegua.
La duración de esta gestión alcanzó apenas cinco meses y muy poco pudo hacer principalmente debido a los escasos recursos con los que la gestión podía contar. En ese lapso el 21 de noviembre don Ricardo Tamayo presentó renuncia a sus funciones pues se hizo cargo de la Comandancia del Resguardo e interinamente de la Capitanía de Puerto, cargos que eran incompatibles con el de regidor que desempeñaba.
En ese breve lapso de tiempo se ordeno el arreglo del cruce de las calles 28 de julio y Zepita debido a las malas condiciones en que se hallaba por el constante tráfico de vehículos, se realizó un censo distrital con apoyo de los miembros de la Guardia Civil, encargándose a don Antonio Datto la organización de todos los datos recogidos y presentar el reporte final, trabajo pro el que se le pagó 15 soles en calidad de gratificación. Pero quizá el tema más difícil que le tocó manejar a esta gestión fue justamente la abultada deuda que los vecinos tenían por el servicio del alumbrado público.

En la sesión del 21 de noviembre de 1931 Santiago Kocting, en su calidad de síndico de rentas, expuso que la cobranza de alumbrado y aseo se hacía cada vez más difícil y que se había comprobado que desde hace mucho tiempo lo que se cobraba por este concepto no cubría ni la mitad de lo que el concejo debe pagar a la empresa de los señores Tidow y Cía. por el servicio del alumbrado público, lo que motivaba el desequilibrio del presupuesto. A esto debían agregarse las constantes quejas del vecindario sobre lo elevado de las tarifas que se cobraban y la inexistencia de un padroncillo o tarifa con el cual hacer los recibos para el cobro de esta renta. A su criterio, era necesario revisar estas tarifas y aplicar precios más bajos a fin de hacer posible el cobro del servicio  y aumentar de este modo el monto que el concejo percibía por dicho concepto. Luego de este razonamiento el municipio le encargó a él y a don Antonio De La Flor redactar un nuevo padroncillo que permita realizar el cobro del servicio de alumbrado público con mayor efectividad.

La gestión de Ghersi, sin embargo y pese a lo comprometido con el vecindario, debió hacer renuncia de sus cargos el 23 de enero de 1932 con motivo del cambio de gobierno. Las elecciones de 1931 favorecieron a Sánchez Cerro y éste asumió el mandato el 8 de diciembre, por lo que los miembros del concejo local elevaron a la prefectura de Moquegua su renuncia con carácter e irrevocable a fin de facilitar la designación de un nuevo personal municipal. Esta propuesta fue aprobada por unanimidad y se elevó telegrama a la autoridad política de Moquegua en los siguientes términos: Concejo distrital sesión hoy acordó renunciar colectiva irrevocablemente como hacémoslo ante despacho su cargo, finalidad desígnese personal conveniente. Ghersi. Vásquez. Cocting. De La Flor.”

jueves, 4 de septiembre de 2014

LA LEY Nº 12964. LA PRIMERA ZONIFICACIÓN URBANA DE ILO.



Desde la década de 1940 Ilo empezó a vivir un crecimiento acelerado motivado por la actividad comercial e industrial y la cada vez mayor exigencia de espacios públicos. Gracias a las gestiones del Capitán de Puerto de aquel entonces, el alcalde Augusto Díaz y el concejo municipal acordaron en sesión del 27 de junio de 1941 destinar un terreno para la construcción de un parque infantil que inicialmente estuvo ubicado en lo que hoy es la Plaza  de Armas y que finalmente se ubicó en las esquinas de las calles Mirave e Ilo.
A fines de 1946 la “Agencia Marítima Peruana” de Ilo encargada de la distribución de combustible solicitó autorización para instalar dos tanques para petróleo en los terrenos que poseía en Ilo. Aunque la Municipalidad se opuso debido a la cercanía a la población, cedió cuatro lotes de 10 metros de frente por 30 de fondo cada uno en la zona norte en los cuales se instalaria la “International Petroleum Company” y, más tarde, “Petro Perú”.
A mediados de 1948 la municipalidad expropió un terreno ubicado entre las calles Junín, 28 de julio y 2 de mayo para la construcción de un campo deportivo que fue el primer estadio que tuvimos. La obra no pudo llevarse a cabo debido a la existencia de títulos sobre el indicado terreno y a los reparos que puso el Obispo de la Diócesis de Tacna y Moquegua, señalando que la obra afectaba los terrenos que la iglesia de San Gerónimo tenía asignados. El campo nunca fue construido y terminó asignándose un terreno en la Pampa de Aterrizaje en la urbanización Garibaldi, donde fue construidon el estadio Mariscal Nieto.
En setiembre de ese mismo año la Sociedad de Beneficencia Pública de Ilo inició las gestiones para adquirir un terreno y construir un nuevo cementerio. Con el tiempo se llamó "San Gerónimo".
En noviembre de 1949, el Club de Tenis “Ilo” solicitó la  concesión de un terreno para construir su sede institucional y canchas deportivas, entregándosels un trapecio al noroeste de la avenida Grau de 1447.15 m2 eximiéndose de todo pago por el terreno debido a los fines culturales, deportivos y de recreación; pero se puso una condición: que si no se dedicaba el terreno para los fines señalados retornaría a la municipalidad. Para 1960, gracias al aporte de la empresa “Técnica Naviera y Portuaria” (Tecnapo) el coliseo estaba prácticamente terminado con canchas para básquet y tenis con graderías de madera e iluminación nocturna gracias al apoyo de don Neri Baldárrago.
Este proceso acelerado motivó un nuevo trabajo de delimitación de los espacios destinados a la urbanización y expansión de la ciudad, pero esta vez con un nuevo actor: la empresa Southern Perú Cooper Corporation. Los acuerdos firmados con el Estado significaron la entrega de grandes extensiones de terreno en calidad de concesión hacia el norte, hacia el sur y hacia el este. Así, en vez que la empresa se adecue a la ciudad y al puerto, fue Ilo quien tuvo que realizar esta tarea, dejando claros los espacios que no debería ocupar. Por ello el gobierno de Manuel Prado promulgó la Ley Nº 112962 del 28 de febrero de 1948 que delimitaba los terrenos de libre disponibilidad cedidos a la Municipalidad de Ilo, con lo que la empresa empezó a condicionar el crecimiento urbano. En el primero de sus artículos establecía los nuevos linderos de la población:“por el Norte, la margen izquierda del río Moquegua, desde el lugar de su intersección con la línea que fija el lindero Este, hasta su desembocadura en el mar; por el Este, una línea paralela a la vía del ferrocarril Ilo-Moquegua, a quince metros al Oeste de su eje, desde su intersección con la línea que señala el lindero Sur, hasta el punto más cercano entre el citado ferrocarril y el río, y desde este punto hasta el río Moquegua; por el Sur, una línea que parte de un extremo de la orilla del mar, en prolongación del tramo recto de la línea férrea principal existente en la Estación del Ferrocarril Ilo-Moquegua y continuando por esa misma vía, hasta su cambio de dirección hacia el Norte, desde donde sigue la línea del lindero Este; y por el Oeste, la orilla del mar, desde el limite Norte hasta el límite Sur.”
El artículo segundo agrupa los terrenos en tres sectores: la zona de vivienda, de la línea férrea hacia el oeste, la zona industrial, y la zona de reserva. La municipalidad podía disponer de los terrenos ubicados dentro de los linderos establecidos entre el río Osmore y la zona de Patio Puerto dando preferencia a los nacidos en el lugar. Prohibía a la municipalidad la venta o adjudicación de terrenos de la zona de reserva. Además esta ley en su artículo décimo tercero establecía que el Ministerio de Fomento y Obras Públicas efectuaría los estudios y proyectos para la formación del Balneario de Ilo.

MI ABUELA ME CONTABA



Los rodeos y las lomas.
Mi abuela me contaba que cuando en las partes altas el frio se hacía intolerable, majadas de ganado viajaba hasta la costa donde las lluvias de la estación hacia crecer en las lomas un hermoso panorama verde de pasto y plantas que los caballos, borricos, vacas, corderos y chivatos devoraban como si fuese lo último que comerían en su vida. Libre de cualquier peligro el ganado pastaba sin mayor preocupación recorriendo las lomas por dos o tres meses, después de los cuales los dueños y conductores se reunían y organizaban los rodeos para volverlos a sus corrales. Era un bonito espectáculo, me contaba mi abuela, ver como los ganaderos y cuidantes, a pie o montados en mulos y caballos, formaban inmensos círculos que iban cerrando alrededor del ganado, estrechándolo cada vez más hasta conducirlos a los corrales que habían levantado en la zona. Quienes venían desde el lejano Puno acompañando al ganado, gritaban con voz en cuello  “!cute!” “!cute!, sonido que, curiosamente parecía que los animales obedecían de manera juguetona.
Las lomas eran también el punto de encuentro de las familias que, con el pretexto de mejora su salud, encontraban una forma de divertirse, jugar, comer cuajadas y llevar a casa un buen ramos de amancaes, luego de disfrutar de su fragancioso olor durante todo el día. Los más atrevidos levantaban sus carpas, pircaban la cocina, compraban un cabrito y armaban la jarana mientras los niños correteaban entre amancaes y botoncillos, teniendo todas las lomas para ellos solos y viendo a lo lejos la inmensidad del mar y el asado y la cazuela eran preparados con las manos y la sazón de las expertas cocineras. No había panorama más encantador: un manto de colorida belleza era el mundo que las gentes de antaño gozaban cada vez que era época de lomas.
Las regatas y doña Esther Jiménez.
Mi abuela me contaba también que en los meses de julio la gente se reunía para apreciar las regatas, aquellas competencias de botes que se realizaba entre el muelle fiscal y el muelle de la empresa Episa, en la que equipos de jóvenes como Alberto Villanueva, Antonio Datto, Manuel y René Zegarra, Fermín Obregón, los hermanos Garrido y Valdivia y Rodolfo Pacheco, entre otros, competían por ver qué equipo llegaba primero a su destino, ganando el aplauso y el aprecio de la gran cantidad de gente que se agolpaba en el muelle y en el  recorrido, alentando a lo lejos a su equipo preferido. Regalos y premios para los ganadores, diplomas y obsequioso eran entregados y lo mejor venía al último: la pachamanca en el restaurante de doña Esthercita Jiménez, una de las sazones más reconocidas y recordadas de Ilo.
La catástrofe de San Pedro.
Mi abuela, católica hasta el tuétano, no se cansaba de contarme la manera en que los antiguos festejaban a sus santos. Pero se detenía con nostalgia y pena cuando narraba la procesión de San Pedro, aquella fiesta que, siendo de pescadores, convocaba a todos el pueblo porque de una u otra manera, se le debían al mar su alimento y a San Pedro la pesca del día. Con pena porque en una de esa procesiones, en la que los fieles llevaban a la imagen sobre una bolichera para que pasee por el mar derramando sus bendiciones, uno de los lanchones de nombre Ite capitaneada por don Pedro Garrido, que conducía a la banda del ejército, demasiado cargado con feligreses que se subieron a él de manera temeraria, se volcó muriendo ahogadas varias personas (trece dicen algunos), entre ellas Alejandrina Zúñiga y Nilda Valdiviezo. Luego entendí el por qué de su pena: ambas eran sus amigas y deportistas muy queridas en Ilo, excelentes nadadoras quienes con mucha facilidad cruzaban a nado desde el muelle fiscal  hasta la Boca del Río.