martes, 16 de julio de 2013

LA ACTIVIDAD MARÍTIMA DURANTE LA COLONIA

    Una de las bondades tenidas en cuenta para el asentamiento de los primeros españoles en el valle de Ilo fue no solo el propio valle sino también su fácil acceso al mar, una de las condiciones requeridas para el asentamiento de los primeros europeos en estas latitudes. El mar siempre fue un atractivo para los españoles en la zona de costa pues los mantenía de cierta manera en contacto con su país de origen y les permitió desarrollar una importante actividad portuaria, por lo que en este esquema Ilo no fue un puerto ausente.
     Ya en 1539 el español Juan Vallejo extendió en Arequipa una escritura el 21 de julio en la que otorgaba poder a Mizier Francisco para que pueda administrar sus intereses que tenía en el valle, y en especial “para que pueda cobrar la hacienda de mi navío o navíos en que venga, para que pueda vender, comprar y para que  pueda hacer y haga todo y cualesquiera cosas que a mí y a mi hacienda convengan y para que pueda tomar mi navío que se llama Saint Josepho y hacer de él todo lo que yo mismo puedo hacer." Vallejo tenía entre sus negocios la construcción y venta de embarcaciones; el 20 de noviembre del mismo año realiza en Arequipa un contrato de arrendamiento con los capitanes Pedro de Valdivia, Alonso Monroy, Cristobal de la Peña y Francisco Martínez "para llevar uno o dos navíos a la conquista de Chile a razón de 4000 pesos de oro el flete por cada uno." Esto no debe sorprendernos pues, de acuerdo a José Antonio del Busto, existía en Ilo un astillero debidamente implementado.
   La actividad marítima de Ilo fue creciendo con el tiempo debido al incremento de intereses comerciales y económicos en el sur, logrando su momento más importante a mediados del siglo XVIII, período en el que la actividad de los armadores estaba en pleno auge. En 1737 Juan del Toro compró el navío Nuestra Señora de La Aurora al general don Bernabé Philipe Aragón en la cantidad de 50 mil pesos. Con este barco se realizaban comercio de mercaderías como guano de isla, madera y aceite entre Pacocha y Arica y en varias oportunidades esclavos; el 15 de febrero del año siguiente, por ejemplo,  del Toro vendió al general mayor Joseph Carrillo, corregidor y justicia mayor de Moquegua 9 piezas de esclavos, 5 negros, 3 negras y un mulato de nombre Juan José, comprados  en Chile a don Gonzalo de Méndez, en el precio de 3,070 pesos.
    Otro de los armadores afincados en Ilo era don Juan Francisco Valverde, dueño de la fragata Nuestra Señora del Rosario, que hacía el recorrido entre los puertos y caletas del corregimiento de Arica transportando principalmente guano de isla. En 1751 Valverde realizó una travesía entre Arica y el Callao pero, al no tener el debido permiso para este tipo de negocios su nave fue embargada, por lo que se vio obligado a interponer una solicitud pidiendo que se le permita continuar su viaje con la finalidad de comerciar el guano que transportaba y pagar de esta manera la sanción impuesta, solicitud a la que las autoridades accedieron obligando el pago de una fianza o garantía. Valverde se vio obligado a hipotecar su propia nave y una hacienda de olivares que poseía en el valle de Ilo. (Luís Cavagnaro)
     El 26 de noviembre de 1757 el general don Felipe de Bustamante y Benavides, corregidor de su Majestad, vendió a don Enrique de Iglesias y en su nombre al Comisario General de la Caballería de Moquegua don Carlos Fernández de Castro, apoderado de Iglesias el navío Santa Gertrudis anclado en el puerto de Pacocha con tres velas, jarcias, anclas todos los demás pertrechos en siete mil pesos pagaderos en dos años.
     El 24 de diciembre de 1783 el capitán don Tomas del Alcázar y Padilla dueño del barco La Aurora surto en Pacocha y próximo a hacer viaje al Callao realizó un contrato de alquiler con el capitán Juan Bautista de Alaiza y don Marcelo Ribera para transportar una partida de aceite de oliva y otra de vinos hacia la ciudad de Lima a razón de dos pesos de a ocho reales cada pieza embarcada en dicho viaje y de allí realizar otro hacia Valparaíso, Iquique y Arica, regresando nuevamente a Pacocha como punto final de la travesía. En Arica recibió Alcázar el encargo de conducir hacia el Callao tres partidas de estaño pero al no poder continuar el viaje, encargó al maestre de su barco, don Nicolás Martínez, vecino de Ilo, para que culmine dicho encargo.
     Fácil es pues notar que la actividad marítima de Ilo fue muy dinámico, pues junto a Arica formaba lo que hoy se conoce como par portuario. Datos de la época señalan que cuando Arica se encontraba soportando fuerte actividad, los navíos se desplazaban hasta Pacocha, haciendo más fluida la actividad comercial. Durante la etapa de mayor explotación de la mina de Potosí parte del cargamento era dirigido hacia Ilo desde donde se embarcaba hacia el Callao. Los puntos de embarque eran la desembocadura del Osmore, el lugar más importante, y Yerba Buena hacia el norte, por donde se comerciaba principalmente guano de isla y en donde había un sencillo atracadero.

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