domingo, 11 de noviembre de 2012

LAS RENTAS MUNICIPALES A FINES DEL SIGLO XIX.

La última década del siglo XIX se inició con la elección de Lucas Folch como alcalde distrital de Ilo siendo instalado el concejo el 26 de enero de 1889; éste estaba integrado por Clodomiro Vásquez, Nicanor Fonseca y José Martínez. El 9 de febrero de 1890 este municipio fue reelegido y se remplazó al inspector de policía, alumbrado y mercados don Nicanor Fonseca por José María Liña.
Repasando los datos que se tienen hasta la actualidad, la economía municipal era muy precaria y para sostenerla se entregaban los cobros de arbitrios a particulares mediante un remate anual, incluyéndose en éste el cobro de la sisa, puestos de mercado, peaje, aseo y alumbrado público, mojonazgo, bultos, rodaje, pesos y medidas y licencias. Si antes éstos se asignaban individualmente fue durante el gobierno de Folch que los remates se confiaban a un solo postor a razón de ciento doce soles que era el egreso que había calculado el presupuesto para ese año.
Los particulares que se presentaban al remate tenían que presentar un fiador que garantice el cumplimiento de los aportes mensuales que debía presentar al municipio. Fiador del comerciante Julio Juárez, quien casi siempre ganaba el remate de la venta de carne, era por ejemplo don Juan Gambetta. De acuerdo al ramo y a su importancia, el rematista estaba obligado a depositar una cierta cantidad de dinero como garantía el mismo que era devuelto al finalizar el contrato. Una de las garantías más elevadas era la de la venta de la carne, cuyo depósito llegaba a los S/ 100,00. Los remates se anunciaban en avisos colocados en lugares visibles del puerto y en el diario “La Reforma” de Moquegua y las bases se vendían a los interesados.
Esto no garantizaba la ausencia de problemas y dudas en el negocio de los remates. Solo por nombrar un caso, el 3 de julio de 1890 el rentista don Nolasco Mendoza transfirió sus derechos y obligaciones a Octavio Ghersi, transacción que éste aceptó sin mayor dificultad, pero conocida la intensión don León Helfer solicitó al concejo se le conceda parte en este negocio argumentando que un rentista no podía traspasar sus obligaciones. La discusión en el concejo sobre el asunto no logró poner de acuerdo al cuerpo edilicio y se consultó a Moquegua el tema, recomendando el alcalde en la misma consulta entregarle el cobro a Helfer “por tener más garantía para que ejerza el cargo de rentista por haberse resuelto en mayoría”, lo que era evidentemente falso. Al tomar conocimiento de esto último en el mes de agosto, el síndico de gastos Del Piélago protestó por la recomendación hecha por el alcalde pues ello no fue tratado en ningún momento. La opinión de Moquegua fue la de realizar un nuevo remate a lo que se opusieron algunos entre ellos Del Piélago argumentando que Mendoza cumplía a cabalidad las condiciones del remate, entregado sus mensualidades adelantadas y que había retirado su solicitud de transferencia
La situación económica era tan difícil que el mismo día de la instalación el alcalde Folch logró que se apruebe el cobro de arbitrios de pesos y medidas, encargándose a Ladislao Vásquez y Nicanor Fonseca para la recaudación correspondiente cobrando a quienes eran deudores de estos conceptos, tales como “Gambetta y Compañía” que tenía una deuda que correspondía al tributo de balanzas.
El ramo que daba mayores ingresos al municipio era el de la carne cuya exclusividad se entregaba al mejor postor y tenía algunas limitaciones: estaba prohibido por ejemplo vender carne de toro sin cortar bajo la pena de una multa de diez soles ni se podía vender carne más allá de las dos de la tarde. Uno de los rematistas de la carne era don Julio Juárez quien solicitó el aumento del precio de la carne a 15 centavos la libra, lo que fue rechazado pese a que algunos vecinos solicitaron al municipio el indicado aumento. Ante este hecho, don Leopoldo Tizón solicitó autorización para vender carne a razón de 12 centavos la libra en caso de que Juárez pretenda aumentar el precio, tal como lo proponía. Ni lo uno ni lo otro. Juárez siguió vendiendo carne al precio estipulado aunque no siempre cumplía sus obligaciones contractuales. El 24 de abril del año 90 se le impuso una multa de cinco soles “por no haber avisado la hora en que iba a carnear como estaba estipulado en el contrato de obligación”. Sin embargo, un informe posterior señalaba que este comerciante había terminado su contrato “sin haber faltado a ninguna clausula de las condiciones del remate” lo que no era muy cierto por lo ya referido.
Algunas personas realizaban la venta de productos en carretas, las cuales pagaban un impuesto por tal derecho. Entre quienes traficaban de esta manera estaban Bernardo Ghersi, Ladislao Vasquez, José María Liña y un comerciante de apellido La Torre. El impuesto cobrado por este negocio era de dos soles, además de dos soles semestrales por impuesto al rodaje, aunque no siempre se pagaba. Ghersi, quien además había solicitado y obtenido permiso para traficar productos desde el pueblo hasta el valle, y el propio Vásquez, fueron denunciados por realiza el comercio sin la respectiva licencia, mientras que Liña y La Torre debían impuestos atrasados por el mismo concepto. Los comercios e industrias debían también recabar la licencia respetiva, so pena de cerrar el establecimiento e imponerles una multa.
Diversas quejas eran recibidas por parte de los vecinos señalando que los panaderos vendían el pan muy pequeño y que especulaban con el precio, por lo que el concejo notificó a todo el gremio de panaderos que desde el día 21 de octubre de 1889 estaban en la obligación de mantener el peso del pan en seis onzas cada uno.
En la sesión del 9 de febrero de 1890 el síndico de gastos hizo presente a la sala que había notado “que se internaba con frecuencia aceite extranjero para comer, con perjuicio del natural y único producto de este valle” por lo que solicitaba que a todo este aceite se le imponga un impuesto de cinco centavos por kilogramo. Eso produjo una discusión sobre el tema en la que Liña y el síndico de rentas se opusieron argumentando “que el aceite que de poco tiempo a esta parte se interna en la localidad es a causa de que no hay existencia del producto local y que el poco que aquí se elabora es de pésima calidad porque se hace de la aceituna mollecillo, residuo que ha quedado desde hace dos años y que el aceite extranjero es de buena calidad y con su internación no causa perjuicio al producto de valle, siendo por otra parte insignificante este compuesto por el poco consumo en este puerto”.  Apoyaron tal razonamiento  Martínez, Vásques y el propio Alcalde, con lo que quedó sin efecto el pretendido impuesto al aceite.
Otro de los ingresos municipales lo constituían las rentas recibidas por el alquiler de los baños públicos localizados frente al muelle fiscal, al pie del hotel Miramar. Esta renta también se sacaba a concurso en el mes de diciembre anterior a la temporada de verano, siendo obligación del ganador  ofrecer un adecuado servicio y realizar el mantenimiento permanente de las instalaciones. Ocupar el cuarto de baño costaba dos centavos por cada niño de dos a cinco años y cuatro centavos para la gente de mayor edad. De esos ingresos, el cobrador recibía el 40% como renta. Para la temporada del verano de 1891, los baños se adjudicaron a don Neptalí Martínez. Aunque éste era un servicio para el cual se presentaban varios postores, con el tiempo el interés por ellos fue decayendo al extremo de que era difícil encontrar quien se haga cargo de ellos. Por ello seguramente informes posteriores señalaban que los baños públicos no tenía el cuidado respectivo, quizá porque su uso era temporal o porque el propio encargado no cumplía sus obligaciones contractuales; como fuere, luego de una inspección al lugar, el encargado hizo presente “que los cuartos de baño pertenecientes a esta municipalidad estaban desaseados e inmundos y que era necesario hacer algunas refacciones, ponerles cerraduras y pintarlos”.
Con respecto al alumbrado público, este servicio  era entregado a una persona de manera directa o por medio de remate. Su responsabilidad era mantener el alumbrado entre las horas que estipulaba el contrato, además de cuidar el buen estado de los faroles, alimentados con kerosene. Entre los faroleros que desempeñaron el oficio en este período estuvo don Luciano Valdivia a quien el municipio le entregó 22 faroles para que los mantenga tomando para si el cobro del alumbrado para atender los gastos que ocasione y la buen conservación de los faroles; otro fue don Nolasco Mendoza a quien se le pagaba diez soles por el servicio. No siempre, sin embargo, el alumbrado era el mejor. En junio de  1 889 el Comisario y Capitán de Puerto se quejaba de la pésima iluminación existente en el muelle. En otras oportunidades era la población la que se negaba a pagar por el servicio, tal como ocurrió en el mes de agosto de ese año, cuando el síndico de rentas informaba que el alguacil encargado del alumbrado no había podido entregar las cuentas de junio y julio debido a la negativa de los vecinos de pagar por el alumbrado el cual consideraban deficiente.

martes, 14 de agosto de 2012

JUAN GASTEAU VALDERRAMA


      Juan Gasteau Valderrama nació en Ilo el 6 de mayo de 1824. Fue hijo de Miguel Gasteau y Tomasa Valderrama. En 1843 ingresó al ejército que formaron Domingo Nieto y Ramón Castilla contra Vivanco. Se le entregó el grado de alférez luego de la batalla de San Antonio en octubre de 1834. Con el grado de capitán participó junto a Castilla en la revolución contra Echenique y participó en la campaña final de La Palma tambien con Castilla. 
Ejerció el cargo de cónsul del Perú en Para; estando en Moyabamba (1860) inició la revisión de los documentos guardados en la oficina de la subprefectura hallando las pruebas irrefutables que confirmaban la tesis  peruana sobre la aplicación de la Real Cédula de 1802 que determinaba la peruanidad de los territorios amazónicos reclamados por Ecuador.
Durante la guerra contra España Gasteau se mantuvo de lado del Presidente Pezet pero luego acató el mandato conferido a Mariano Ignacio Prado. Durante el gobierno de Manuel Pardo participó contra la fuerza de Piériola que se habia sublevado em Moquegua  a bordo del Talismán.
 Durante la guerra de Chile contra Perú participó en la batalla de San Juan (13.01.1881) y en la de Miraflores (15.01.1881). Luego de ellos vendió todo lo que de valor tenía y se unió al ejército formado por Andrés A. Cáceres participando en la campaña de resistencia. Ante los pronunciamientos de los cuerpos del ejército en Arequipa, Puno y Cuzco, y la exigida renuncia del dictador Piérola, Cáceres le confió la misión de entrevistarse en Arequipa con el coronel José de la Torre pues al ser jefe político militar del departamento, se buscaba su apoyo para unir al país bajo el mando del presidente Francisco García Calderón desterrado hacia Chile al oponerse a un tratado de paz con entrega de territorio. Tuvo éxito y se reintegró a las fuerzas de Cáceres.
“Participó en los combates de Pucará (5.11.1882) y Marcavalle; en Concepción (9.07.1882) atacó las posiciones chilenas al frente de una división, y para tomar la población al día siguiente, efectuó el asalto con decisión tan avasalladora que exterminó al Batallón Chacabuco. Luego contribuyó a expulsar a las fuerzas chilenas de la provincia de Tarma (15-16.07.1882); secundó la esforzada marcha del ejercito hacia el norte y comandando la II división, batiose bravíamente en la batalla de Huamachuco (10.07.1883), Colocado en el centro de las posiciones ocupadas en aquel campo, sostuvo la ofensiva hasta que se acabaron las municiones y las bayonetas quedaron inutilizadas o prendidas en los cuerpos de los enemigos, y sin aceptar la retirada ni la rendición, lanzase contra la caballería chilena  y fue muerto a sablazos.”[1]



[1] Tauro del Pino, Alberto. Enciclopedia Ilustrada del Perú. Tomo 7. Pgs. 1066-1067

miércoles, 13 de junio de 2012

PIÉROLA Y EL EPISODIO DEL TALISMÁN


En 1874, Nicolás de Piérola se embarcó en una nueva aventura revolucionaria contra el presidente Pardo. A bordo de una nave de nombre "Talismán" (10 de octubre) él y 48 hombres (entre ellos Bogardus y Guillermo Billinghurst) salieron de Quinteros (Chile) con dirección al Perú tratando de desembarcar en Pacasmayo pero al no poder hacerlo una Junta de Guerra decidió dirigirse a un puerto del sur, eligiendo el de Pacocha que tenía para la fecha una guarnición de tan solo doce o quince hombres, sin conocer que el capitán de navío don Miguel Grau, al mando del “Huascar”, había sido encomendado para patrullar los puertos entre Pisco y Arica.
“Al anochecer del 30 de octubre el Talismán estuvo frente a las islas Tres Hermanas, que creyeron equivocadamente era Punta de Coles donde casi son descubiertos por la corbeta Unión que pasó bastante cerca de ellos. Finalmente el 31 de octubre pusieron resueltamente la proa en dirección a Pacocha. Para no despertar sospechas encendieron las luces a tope y de los costados que hasta entonces no habían usado, y aun cuatro más en el palo trinquete, que era la señal que empleaban los vapores de línea para indicar el número de lanchas que necesitaban para descargar. Eran las 6:30 p.m. del 1º de noviembre. Allá iba a tierra Piérola y su diminuta hueste, en pequeño barco, sin víveres, sin agua, ni planes definidos, pero al mismo tiempo, gallardo, inflexible, temerario”.
En el puerto el Capitán de Puerto, Capitán de Corbeta Germán Paz pidió subir a bordo, siendo  inmediatamente tomado preso y conducido a la presencia de Piérola, quien lo sometió a un interrogatorio a fin de determinar la fuerza con que contaba el puerto. Paz aumentó el número de efectivos a cincuenta pero, como se contaba con informes anteriores, supieron al instante que el capitán mentía. Se dispuso luego que dos botes del “Talismán” impidiesen que las lanchas que rodaban la nave regresasen al puerto a dar la alarma mientras 37 expedicionarios desembarcaron en cuatro lanchas; la primera estaba al mando del Coronel Escobar, la segunda al mando de Coronel Larrañaga, la tercera al mando de Zubiría y la cuarta al mando del Capitán Serrano, quedando a bordo Piérola, Bogardus y nueve oficiales más. “El diminutivo convoy de lanchas tenía previsto desembarcar en un punto al que denominaban La Picuda pero el improvisado guía no logró encaminarlos bien, de tal modo que sólo tomaron tierra por el antiguo puerto de Ilo, poniéndose de inmediato en marcha hacia el pueblo, ubicado a legua y media de distancia. Eran aproximadamente las 9:30 de la noche”.
A esa hora, la casi totalidad de la población de Ilo y la guarnición del puerto se encontraban presenciando una función de teatro en las instalaciones del cuartel, en donde se había improvisado un escenario. Al aparecer de improviso los desembarcados, cundió la desesperación y, en la confusión reinante, se escucharon algunos disparos que dejaron tres heridos entre los que se pudo identificar a una mujer. El ataque fue sorpresivo y la defensa nula. Al saber lo sucedido y al estar despejado el peligro, Piérola ordenó el desembarco del resto de la tripulación y de los pertrechos. En el muelle, frente a muchos curiosos y simpatizantes congregados, Piérola, en su calidad de Jefe Supremo, lanzo una arenga y se dirigió al puerto de Pacocha en donde instaló su cuartel general en las inmediaciones del ferrocarril, en el que se empezaron a cargar los pertrechos que se encontraban a bordo del “Talismán”. A las cinco de la madrugada del día siguiente, sólo dos vagones del ferrocarril estaban cargados, amontonándose en el muelle gran cantidad de bultos capaces de llenar dos vagones más. En la bahía algunas lanchas esperaban ser descargadas sin tener la capacidad de hacerlo en un tiempo relativamente rápido, pero el grueso de los pertrechos estaban todavía a esa hora en el interior del buque pierolista.
A eso de las cinco de la mañana y con órdenes expresas de apresar a los revoltosos, hizo su aparición en el horizonte el “Huascar” comandado por Miguel Grau. Los cálculos situaban al monitor a unas 20 o 25 millas y a escasas dos horas del arribo al puerto, por lo que Piérola y los suyos tuvieron apenas tiempo para terminar de subir algunos bultos, embarcarse y partir con dirección a Moquegua; camino a esta ciudad, Zubiría, uno de los acompañantes de Piérola, recordaría luego que “cuando ya el convoy subía a las alturas que dominaban a Pacocha vimos al Huáscar muy cerca del muelle, a donde había atracado momentos antes el Talismán para concluir la descarga, que largaba el ancla y echaba los botes al agua para apresar a éste”. Basadre señala que "con esta captura a Piérola no le quedó otro camino que partir de Ilo a Moquegua, utilizando el ferrocarril mandado a construir en 1871 por Balta."
De acuerdo a su informe posterior, Grau zarpó del Callao el 22 de octubre dirigiéndose hacia el sur llegando hasta Punta de Coles. El 1 de noviembre se avistó un buque en el fondeadero de Pacocha, escribe Grau, “que llamó mi atención, acto continuo di la mayor fuerza a la máquina y una vez cerca reconocí que era el Talismán, ordenando inmediatamente fuera un oficial con la gente necesaria para apresarlo y tomara posesión del buque remitiéndome a éste al piloto y demás individuos de la tripulación”. Capturada la nave, Grau dio orden de que el Capitán de Corbeta Leopoldo Sánchez asumiera el mando de la misma para conducirlo al Callao.
Luego de despachar al buque, Grau partió hacia Arica, desde donde telegrafió al Prefecto de Moquegua a fin de coordinar acciones para eliminar a los revoltosos. El ya señalado Capitán de Corbeta Leopoldo Sánchez, encargado de conducir al “Talismán” hacia Callao, aporta en la documentación que redactó a sus superiores, datos al respecto; dice que “encontrándose en el puente del Huáscar en compañía del comandante Miguel Grau, Jefe de la Escuadra de Evoluciones, como a cinco millas aproximadamente de Pacocha, vieron el tren que subía a gran velocidad perdiéndose de costa minutos después. Esto despertó sospechas ordenando Grau entonces apresurar la marcha. Aproximándose más el Huáscar al fondeadero vieron un vapor cerca del muelle, no pudiendo reconocerlo bien por estar el tiempo cerrado y por la mala calidad de los anteojos. Sin embargo poco después se dieron cuenta que por su arboladura, falta de bauprés y el corte de su casco, el que estaba en Pacocha no era ninguno de los buques que traficaban en la costa sur. Grau ordenó entonces arriar una de las falcas de babor y alistar la artillería, gobernando a toda fuerza sobre el vapor sospechoso. Posteriormente el jefe de la Escuadra de Evoluciones ordenó al comandante Sánchez que se arriase una embarcación al mando del teniente segundo Diego Ferré para que investigara al vapor –que lucía bandera británica- y lo tomara en caso se tratase del Talismán”. Al mismo tiempo se acercó hacia el Huáscar una lancha en la que venían el Capitán de Puerto Germán Paz y el Capitán de Corbeta Daniel de la Torre Ugarte. Ambos informaron a Grau de los acontecimientos y de la partida de los rebeldes hacia Moquegua.
Finalmente Grau ordenó hacer un inventario de la carga dejada en la bodega y en las lanchas; ésta consistía en 83 cajones que contenían 10 rifles Sneider cada uno, 14 cajones con 10 rifles Chasseport, 2 cajones con 39 revólveres Lafouchet y 1 950 cápsulas, 186 cajones con 1 000 cápsulas cada uno, 79 cajones con 1 000 cápsulas cada uno para rifles Sneider, 53 tarros de plomo en barriles, plomo en varillas, 41 barriles de pólvora para rifle, 19 barriles de pólvora para cañón  de a 100 libras cada uno, 50 cajones conteniendo vestuario, menaje y equipo militar. En total eran 534 bultos.
Piérola pernoctó en el Alto de la Villa y al día siguiente ingreso a la ciudad siendo recibido con mucho entusiasmo por su población siendo declarado Jefe Supremo de la República, con cuyo cargo elevó a Moquegua a Provincia Litoral y procedió a convocar a elección del nuevo Prefecto resultado electo don Julio Chocano. Dos proclamas, una dirigida a los moqueguanos y otra al ejército, dejaron en claro su actitud con respecto al gobierno de Manuel Pardo al que acusaba de estar podrido por la corrupción. Partió luego hacia Torata en donde tomó conocimiento de los movimientos de las fuerzas gobiernistas.

Fuente: Instituto de Estudios Histórico Marítimos del Perú. Tomo IX. Vol. 1


viernes, 18 de mayo de 2012

CUANDO ILO ESTUVO A PUNTO DE LLAMARSE "JUAN FRANCISCO"

Como consecuencia del terremoto y maremoto ocurrido en agosto de 1868, comentado en otra oportunidad en este blog, el Presidente Balta encomendó a una comisión presidida por su hermano el coronel Juan Francisco Balta, Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Guerra, la visita a la zona afectada llevando la palabra de aliento del gobierno y la orden de iniciar las obras necesarias para reactivar la economía de las poblaciones afectadas.
En Ilo, esta comisión estuvo en el mes de febrero de 1871. El 14 del indicado mes el coronel Francisco Balta procedió a colocar la primera piedra de lo que sería el futuro ferrocarril Ilo-Moquegua y posteriormente se dirigió a la altura de lo que hoy es la plaza de armas y colocó la primera piedra del  templo de San Gerónimo, tal como consta en el acta respectiva que se redactó en la fecha, acontecimientos que llenaron de satisfacción a los pobladores, sobrevivientes y reubicados luego del terrible maremoto que destruyó el antiguo pueblo de Ilo.
Ante estos hechos que beneficiaban a Ilo, la población solicitó como una forma de reconocimiento al gobierno de Balta que el nombre de la nueva ciudad sea "Juan Francisco" expresando de esta manera su agradecimiento a la presencia del hermano del Presidente. Demás está decir que quienes fomentaron esta petición fueron las autoridades y familias más notorias de aquel momento y cuyos nombres de muchos de ellos (78 en total) quedaron registradas en el acta que para tal fin se redacto y elevó al gobierno a tarvés del prefecto de la época. El acta fue redactada de la siguiente manera:
 “En la caleta de Pacocha, distrito de Ilo, de la provincia de Moquegua, a los catorce días del mes de febrero de mil ochocientos setenta y uno, los que suscribimos, informados de que en el día de la fecha el Señor Presidente del Consejo de Ministros, Coronel Juan Francisco Balta, procede a colocar la piedra fundamental del ferrocarril de este puerto a la ciudad de Moquegua como también la primera piedra sobre la cual debe levantarse la iglesia de este pueblo; que este beneficio de remarcable importancia, se debe en gran parte a los esfuerzos del expresado señor Presidente del Consejo, el que con laudable decisión por nuestra prosperidad se ha presentado gustoso a dar personalmente impulso a dichas obras que ofrecen un bello porvenir a este puerto y a la provincia de Moquegua; que habiendo por este motivo inmortalizado su nombre entre nosotros, se ha acordado en nombre de gratitud al señor Coronel don Juan Francisco Balta, solicitar del señor Prefecto del departamento, por medio de esta acta para que  se conceda a este puerto menor el nombre de JUAN FRANCISCO y para que conste nuestra unánime y espontánea voluntad, y a fin de que surta sus efectos, firmamos en el día de la fecha la presente acta.
Comisionando al Alcalde Municipal para que la eleva a la Prefectura con la respectiva nota de atención. G. Flor, José Miguel Vélez, Luciano Almenara Juez de Primera Instancia, Samuel Ordoñez Alcalde Municipal, Mariano Arguedas Síndico, P.M. Sotomayor, Benigno Fernández Dávila Síndico…”
La gestión no prosperó y quedó registrada como un hecho anecdótico. De no haberlo sido estaríamos hoy celebrando una fiesta diferente y llamándonos entre nosotros "Juanfranciscanos" o algo parecido.
Información:

Edwin Adriazola: Apuntes para una historia general de Ilo.

Luís Kuon: Retazos de la historia de Ilo.

jueves, 17 de mayo de 2012

LA HISTORIA DEL CONDADO DE ALASTAYA

El título nobiliario de Conde de Alastaya fue entregado el 10 de octubre de 1769 por el Rey Carlos III a don Ignacio Nieto y Roa, quien era previamente Vizconde de Altagracia. Al entregarle tal título, le reconoce la potestad de usarlo y entregarlo en herencia, y de que se le reconozca todas las honras, franquezas, libertades, exenciones, preeminencias, gracias y demás ceremonias propias de quienes ostentan dicho título. Como era costumbre desde el reinado de Felipe IV, Nieto y Roa debió dejar de utilizar el título de vizconde. Ignacio Nieto y Roa era hijo de Francisco Nieto Penaloza y María Roa y Carbajal y fue el primero de tres hermanos, siendo los otros Antonio y Bárbara. En su vida pública llegó a ser Teniente Coronel de Milicias y Coronel del Regimiento de Infantería de Moquegua. Ignacio fallece sin dejar descendencia y en su testamento deja expresa constancia que lega a su hermano Antonio el Mayorazgo y el título de Conde. Le entrego además todo su patrimonio: haciendas de vina y estancias en Moquegua y olivos en el valle de Alastaya, además de once esclavos negros entre otras pertenencias, dejando claro que no estas propiedades no las podía vender, trocar ni cambiar y que a su muerte estas pasen a sus hijos y nietos con preferencia del varón sobre la mujer. El 2 de setiembre de 1776, mediante una Real Carta fechada en San Ildefondo, se le ratifica a Antonio el título obtenido de su hermano. Antonio tuvo cuatro hijas con Nicolasa Nieto y Fernández Maldonado, siendo la mayor de ellas, María Gregoria Nieto y Nieto quien recibe por testamento del 27 de abril de 1802. A la muerte de su padre ocurrida el 24 de agosto de 1803, María toma posesión del condado y luego, al trasladarse a vivir a La Paz, lleva consigo este título. María Gregoria Nieto de Rojas fallece en la Paz el 24 de mayo de 1884 a la edad de 88 anos y la posesión del título fue motivo de una disputa judicial entre Josefa Rosa Landarrari, hija adoptiva de Gregoria y la sobrina carnal de Manuela Sáenz de Tejada y Nieto quien argumentaba que tras el fallecimiento de su madre Clara Nieto de Sáenz de Tejada, le correspondía los derechos del título y del mayorazgo. La Suprema Corte de Justicia de Bolivia sentenció que Josefa Rosa no había sido hija legítima de Gregoria mientras que los tribunales peruanos fallaron que Manuela Sáenz de tejada y Nieto era la legítima sucesora tanto por muerte de su tía María Teresa Nieto, segunda hija del II Conde de Alastaya como de su hijo legítimo don Santiago De La Flor y de su madre María Clara Nieto de Sáenz de Tejada, a quien sucedía en calidad de hija mayor. Con el avance de la República, muchos títulos nobiliarios desaparecieron, siendo uno de ellos el Condado de Alastaya. En segundas nupcias Francisco Nieto Penaloza casó con Elena Hurtado de Mendoza y Zapata con quien tuvo cinco hijos: Vicente, Mariana, Francisco, Manuela y Juana Nieto Hurtado Zapata. De ellos, Francisco llegaría a ser padre del Gran Mariscal Domingo Nieto Márquez. Información: Edwin Adriazola. "Domingo. El Nieto que llegó a Gran Mariscal" Alfonsina Barrionuevo. "La herencia del Conde de Alastaya" Isabel Zizold. "Historia del Mayorazgo de Alastaya en Moquegua"

martes, 1 de mayo de 2012

ANTONIO NIETO Y ROA. SEGUNDO CONDE DE ALASTAYA

Antonio Nieto y Roa era hermano de Ignacio Nieto y Roa, el primer Conde de Alastaya, ambos hijos de Francisco Nieto Penaloza y María Roa y Carbajal. Ignacio falleció en Argentina sin dejar descendencia, por lo que el título condal pasó a su hermano, don Antonio como voluntad testamentaria en documento fechado el 16 de diciembre de 1775 Antonio era hacia 1798 Coronel del Regimiento de Infantería, Teniente Coronel de los Reales Ejércitos, Comandante Militar de Moquegua y Regidor Perpetuo de la villa, lo que indica además su estatus dentro de la jerarquía política y administrativa local. A él se le ratificó el título de Conde en San Ildefonso el 2 de setiembre de 1776. Dentro de la familia Nieto, Antonio era el segundo en la línea sucesoria del condado. Se casó con su tía Nicolasa Nieto y Fernández Maldonado y tuvo cuatro hijas: María Gregoria Nieto y Nieto, María Teresa, María Clara y Eustaquia. La vida de Antonio transcurrió entre sus labores de milicia y sus negocios, algunos de ellos vinculados a los olivos, lo que le permitió acrecentar la fortuna familiar. Era parte del patrimonio de los Nieto y Roa una vina en el pago de La Rinconada en el valle de Moquegua y una hacienda de olivar llamado Alastaya en las costas de Ilo, ambas propiedades heredades de su padre don Francisco Nieto, además de los aperos, molino y ganado que tenían dichas estancias. Por esta razón es que Antonio visitaba con cierta frecuencia las costas, aparentemente haciendo mayores negocios e incrementando sus propiedades. Nieto vivió en Moquegua, con seguridad en la calle del mismo nombre en donde existe restos de lo que fue la casona de los condes de Alastaya, fácilmente identificable por el gran portón de madera, pero sobre todo por el frontispicio blanco que descansa en dos columnas del mismo color y en el que se puede leer con cierta dificultad "Nuestra nobleza blasona que en su santidad se encierra… de un gran señor de la tierra cabeza de los coroneles…"

jueves, 8 de marzo de 2012

EL CENTRO HISTORICO DE ILO


Definir un patrimonio arquitectónico tienen que ver con diversos factores, entre ellos, antigüedad de las construcciones, estilos arquitectónicos, significación histórica, materiales de construcción, estructura consolidada en la que se encuentran, etc.
Antes de 1868 el pueblo de San Gerónimo de Ilo se ubicaba en la margen izquierda del río Osmore, pero el maremoto del 13 de agosto de ese año obligó a reubicar el poblado en la bahía de Pacocha. En 1871 Juan Francisco Balta colocó la primera piedra del templo de San Gerónimo y de la estación del ferrocarril Ilo-Moquegua y una Comisión de Sitios se encargaba de repartir los nuevos lotes entre las familias reubicadas. Nacía así el nuevo pueblo de Ilo.
La nueva ciudad se diseñó a partir de la plaza de la Recoba, y de las bodegas ya existentes (como la de los Gambetta) y otras edificaciones como la casa de la familia Chocano Wherle y Malatesta. Esta fue la base del actual centro histórico y monumental de Ilo.
Rosa Bustamante escribe: “La arquitectura histórica de Ilo se caracteriza por el uso de muros anchos de adobe y también de quincha en las casas mas tempranas y por el uso de madera de lastre en las más tardías… existen pocas construcciones con paredes de “entablado a la intemperie”, que consiste en la superposición de las tablas colocadas horizontalmente… Son típicos los techos cuyas armaduras de madera tienen los hastiales truncados con entramado de caña y torteado de barro, siendo posteriormente remplazados con cubiertas de chapas metálicas.” (Bustamante, Rosa. Estudio Catastro e inventario monumental del centro histórico de Ilo. 1971)
Podemos identificar diferentes formas en este centro monumental: a) la casa urbana, b) los complejos familiares, como la casa Malatesta o lo que queda de ella (esquinas pichincha, Miramar, pasaje Malatesta), el complejo Gambeta (en la calle Abtao, esquina 2 de mayo, esquina Mirave), la casa de la familia Chocano (Abtao esquina Ayacucho) o la casona ubicada entre las esquinas de las calles Zepita, 28 de julio y Abtao, c) las bodegas ubicadas frente al mar de amplio espacio y de techo con doble jamba y ventilación lateral.
Parte integrantes de este patrimonio son los balcones, muchos de los cuales se mantienen en buen estado, tal como se puede apreciar en el contorno de la plaza Grau. De igual manera en algunas casas se pueden ver los corredores. Sobre las ventanas de las fachadas algunas casas conservan las rejas de fierro forjado que documentan la tradición arquitectónica de la ciudad desde fines del siglo XIX.
Lamentablemente este patrimonio no ha merecido la atención de entidades oficiales o privadas; su estado es, en algunos casos, ruinoso y en otros está descuidado, lo que no permite incorporarlo como parte de los atractivos turísticos locales, perdiéndose un rico filón. Subsisten, sin embargo, como tales el templo de San Gerónimo, algunas casonas y la glorieta del muelle que junto a éste forman un complejo de los pocos que la ciudad ha intentado conservar para el turismo y que se ha convertido en figuras emblemáticas de la ciudad.

jueves, 12 de enero de 2012

LA PLAZA BILLINGHURST


Las elecciones realizadas el 15 de abril de 1912 proclamaron como alcalde de Ilo a don Juan Pedro Vásquez quien estuvo acompañado de Pedro Garibaldi, José María Liña, Adolfo Bonatti y Pedro Ávila, Concejo que juramentó el 30. El 2 de mayo don Vitaliano Miovich presentó su renuncia al cargo de secretario municipal, siendo electo en su remplazo don Aníbal Vásquez La Fuente; con el tiempo éste también renuncio y fue rremplazado por don Joaquín Morón.
Entre las obras realizadas durante la alcaldía de Vasquez figura la inauguración, el 17 de marzo de 1913, del jardín construido a la entrada del muelle, bautizado con el nombre de “Parque Billinghurst” en honor del mandatario en ejercicio don Guillermo Billinghurst, obra en la que el municipio contribuyó con S/ 30.00.
Guillermo Billinghurst estuvo de alguna manera ligado a la historia de Ilo, cuando ocurrieron los hechos del combate de Pacocha, pues fue tomado prisionero por la tropa que custodiaba el puerto en ese momento y luego entregado a los representantes del gobierno peruano. Llegó a ser Presidente peruano por poco tiempo y la historia lo conoce con el apelativo de "Pan Grande".
Con el tiempo en este espacio se colocaría una palmera ornamental que hasta la fecha existe.